"Hace bastante que no voy a Tucumán; no sé cómo ha evolucionado. No sé si queda alguna amiga mía... Alguna de la infancia, una se casó con un Cossio, creo". Con tono de extrañeza Elvira Orphée ausculta la memoria de sus casi 90 años y acepta hablar con LA GACETA desde Buenos Aires.
La escritora tucumana emigró a fines de la década del 40, llevándose consigo la esencia del lenguaje del noroeste en su prosa. Lejos del costumbrismo, cerca de Faulkner, de Rulfo y de Onetti, Orphée hizo de los desclasados y de los pobladores rurales de Tucumán los personajes de un mundo insólito.
"Todavía sigo añorando los naranjos y sus azahares en septiembre. En las veredas, me acuerdo, había naranjos llenos de fruta -dice con asombro-, y hasta me emociono con el recuerdo de esos perfumes inolvidables; los olores de Tucumán siempre han estado presentes". Orphée se remonta al tiempo en que corría por el patio del Colegio del Huerto con Leda Valladares. Luego, ya en la Capital estudió Letras, y se haría amiga entrañable de Olga Orozco y de Alejandra Pizarnik. Era muy joven cuando la revista "Sur" publicó "La calle Mate de Luna", un cuento coral sobre las sospechas y chismes que se dicen en un barrio tucumano acerca de una familia de forasteros.
La original escritora se casó con el pintor y arquitecto Miguel Ocampo, con quien tuvo tres hijas, y lo acompañó en funciones diplomáticas en Roma, donde formó parte del mítico círculo de escritores que rodeaban a Alberto Moravia y Elsa Morante. Se radicó en París hasta 1969, y trabajó como lectora de literatura latinoamericana e italiana en la editorial Gallimard.
- ¿Cuál es su obra más valiosa?
- Creo que "Aire tan dulce". Sí, porque creo que ahí empleo la poesía. Al empezar en la literatura le leí poemas a Héctor Murena, que me dijo: escribí prosa. Entonces yo le hice caso y escribí prosa, pero siempre me atrajo la poesía.
- No cree en el lenguaje plano, el que lo dice todo.
- Ah, no. Me atrae todo lo que tenga una búsqueda poética.
- ¿Lee sus obras?
- No. Rara vez he leído de nuevo alguna página.
- ¿Escribe? ¿Sobre qué?
- Sí, pero muy perezosamente, principios de novelas que espero terminar. Me interesan todos los temas. Soy polifacética, lo que me ayuda a tolerar los años.
- Usted se relacionó con escritores argentinos...
- Héctor Murena, Victoria y Silvina Ocampo. A Borges lo encontraba en la casa de los Bioy Casares, pero poco, porque no soy muy sociable. Me encantaba el sentido del humor de Silvina, que podía hasta ir hasta en contra de sí misma. Además, yo estaba casada con un Ocampo.
- ¿Y qué hay de sus amigos italianos?
- Era muy amiga de Italo Calvino. Creo que Italo se enamoró de mí, pero yo ya estaba casada. Yo le presenté a una argentina, Chichita Singer, con quien se casó. En Italia tuve una experiencia muy linda: Ema Reyes, una pintora colombiana, me presentó a los Moravia, Alberto y Elsa. Yo me hice muy amiga de Elsa, tengo muchas cartas de ella, y sentí enormemente no volver a verla porque no pude con mis medios volver a viajar a Europa.
- ¿Tuvo amigos tucumanos en Buenos Aires?
- Sí, por supuesto,Juan José Hernández, pese a su toda su ironía.
- ¿Qué opina del homenaje que le van a hacer mañana?
- Me parece tan raro... Si yo no hice nada de tanta ayuda para la gente. Me toma de sorpresa; no me siento homenajeable.
- ¿Qué le ha dado la literatura?
- Todo. He vencido la soledad, la enfermedad, creo que he vencido todo lo que me es contrario para vivir. He tenido una vida plena gracias a la literatura. Lamento la pérdida de Miguel Ocampo, hace mucho, pero así son las cosas.